La Observación como medio de vida
Observar cómo pasa la historia
a tu lado puede llegar a ser una aventura por demás de interesante. Como toda
aventura tiene sus normas y preparativos, te contaré algo de ello.
Una de las primeras reglas es
la de haberte despojado de toda identidad y si es posible que eso haya sido por
una razón traumática, aunque parezca una contradicción pero en realidad es
similar a vacunarse; introduces en tu propia historia elementos que hacen de
anticuerpos con la realidad y tras un tiempo estás inmune a determinados
aspectos que a otros, las personas comunes, les provocaría estados de
obnubilación, depresión o aislamiento. En estos casos se vuelve imposible la
tarea de observar, pierdes la objetividad y los sentimientos preconcebidos te traicionan.
No es que te insensibilices, sino que puedes tener voluntad sobre algunos
muelles que te alejan de la escena del hecho y entonces ves con mayor claridad
la escena.
La visión del águila. Cuanto más
alto, más abarcas y mejor puedes ver los acontecimientos venir e ir atacando o
huyendo del evento que observas, tu presa.
He aquí un pequeño septálogo
del observador.
Estudias; te informas a
cada paso para que tu observación tenga fundamento, para que no sea rebatida
por tu misma lógica y por la lógica de los demás.
No temes; te quitas el
miedo a que te critiquen, pues todos generalmente tenemos el preconcepto de
agradar con nuestros interlocutores y cedemos en más de una ocasión en bien de
caer con gracia, de ser aceptado, al fin una de las necesidades humanas en las
reglas de juego de la convivencia social.
Oyes; no descartas
ninguna opinión por extraña, por disparatada que parezca, por el contrario la
sumas y la pones a la misma altura que cualquiera que viniese de un gran
personaje, nunca sabes quién tiene razón.
Experimentas; todo
cuanto pueda entrar por tus sentidos y no te dañe es bueno para la observación,
lo que provoque perjuicio debes desestimarlo porque no es la razón de la
observación, estarás interactuando y eso te lo debes prohibir; solo observas
para evaluar.
Evalúas, analizas; todo
cuanto llega a tu alcance esté eso tan cerca como para que tu piel se pegue a
ello o tan lejos que hayas de haber achicado tus ojos y afinado tu oído para
percibirlo debes analizarlo: en cuantía, caudal y calidad; luego en incidencia,
velocidad y expansión; por último en progresión, separación gradual y
profundidad.
Te sentaras al final;
cada vez que hayas observado le darás tiempo a tu mente a que complete su tarea
y te dedicarás a descansar, simplemente a eso, pensando en cualquier nimiedad, permitiéndote
volar libremente por los lugares más placenteros que reconozcas, todo debe
tender a que estés en clama nuevamente
Olvida; y este es el
secreto del observador: olvidar, pues tu mente cuando olvida habrá colocado
correctamente cada concepto observado y analizado, evaluado y adicionado en el
lugar que le corresponde. De ese modo ningún dato será tóxico o quedará dando
vueltas en tu cabeza como algo inconcluso.
La observación es una
disciplina que pocos se animan a desentrañar abiertamente y muchos guardan los
secretos de ella como propios, sabiendo que tienen una de las llaves del
Conocimiento Superior. Pero no es así tampoco como se llega a él; el
conocimiento es perecedero y si no es utilizado correctamente, por ser avaro de él, guardarlo, esconderlo, no
darlo libremente, no ofrecerlo, no permitir que otros lo obtengan es mucho más
que un pecado, es mortal para el alma del que desea el Conocimiento Superior,
pues jamás lo logrará.
La observación requiere, como
disciplina, también de una predisposición que se puede ganar o volver a desarrollar si se ha perdido. Cuando
nacemos, salimos de un mundo de sensaciones que hemos comenzado a experimentar
a través de otro, nuestra madre y a partir de ese momento lo haremos por
nuestros medios con los sentidos que tenemos a plena capacidad de acuerdo a
nuestro organismo.
Ninguno de esos sentidos lo ha
hecho hasta ese momento en contacto directo, todo ha sido en un intercambio con
nuestra portadora y ahora estamos en contacto directo; entonces cada sensación
que llega sin la mediación perdida resulta en una emoción acompañada de una
expresión de nuestro organismo todo de “asombro”.
Y en esto nos detenemos un
segundo.
“Lo que hace propiamente al
filósofo es su capacidad de admirarse, de asombrarse; no tiene en efecto, la
filosofía, otro origen distinto a este” (Aristóteles y Platón)
Platón, alumno de Sócrates y
maestro de Aristóteles para situarnos en el tiempo.
Aunque no hablo de ser
filósofos, ni de profundizar en la materia, si lo hago en la cualidad de los grandes
pensadores en cuanto a que ellos supieron que el asombro, la admiración, tenía
un especial significado en lo que concernía al desarrollo de la mente de los
seres humanos. Ellos sabían que todo partía de esa capacidad que traemos en el
inicio de nuestras vidas tras el parto materno, cuando todo es asombro. Y he
aquí su paralelo: cuando todo era ignorancia.
No puedes aprender sobre lo
aprendido sin antes haber borrado lo que tienes como sabido, para ello es
necesario saber que eres ignorante; y aunque suene contradictorio nuevamente,
la base del conocimiento está justamente en ser ignorantes y asombrarse a cada
paso de todo.
Hoy se habla de “desaprender”,
una palabreja que el marketing de un banco la populariza como el paradigma de
la revolución de la época; ¿pero es cierto que es tan nuevo? No.
Allá por los 400 años antes de
nuestra era, la llamada “ironía socrática”, que a decir verdades de Sócrates
solo sabemos lo que Platón relató ya que el gran sabio ateniense no dejó
escrito alguno, dice que dijo que “Solo sé
que no sé nada” (Ἓν οἶδα ὅτι οὐδὲν οἶδα) a
modo de “irónicamente” declarar que era ignorante ante el pueblo, para luego
desarrollar sus conocimientos y hacer pensar a las personas. Personalmente pienso
que si fue así tal como lo decía había en él algo un poco más, él sabía que era
necesario que no supiera nada para poder albergar más y más conocimiento día a
día y que luego repartía a manos llenas dicho saber a quien quisiera tener lo
que él ofrecía, para su bien y el bien de Sócrates. Él era ignorante por propia
convicción y necesidad, para poder acumular más conocimiento, para a la vez dar
más. Simple y económico. Pero para ello él sabía que necesitaba asombrarse,
admirar lo que le llegaba por sus sentidos, era algo así como una esponja que a
cada paso sumaba sobre sí permanentemente nuevos sabores, nuevos colores,
nuevos sonidos. Y que sepa Sócrates no adhería a ningún banco, solo le debía un
gallo a Asclépio y creo que se le pago en el efectivo de la época.
Un ejercicio, el único.
Intenta salir ahora de tu lugar, abandona la lectura y ve hasta donde está el árbol más cercano, ese con el que te cruzas todos los días y míralo, tócalo, huélelo y si es posible saboréalo también como si nunca hubiese estado allí; descubrirás que jamás hubieses imaginado que era así a pesar que en los últimos tiempos has pasado a su lado, que está incorporado a tu paisaje diario, a tu entorno. Sabes que ese árbol no se moverá por sus propios medios y hasta es posible que te sirva de referencia alguna vez, pero como lo veas ahora, no lo habrás visto nunca y eso solo porque hiciste el ejercicio de asombrarte.
Ahora imagina si eso lo llevas a todo el orden de la vida; pues es que no te alcanzará el resto de los días por vivir para terminar de asombrarte de todo cuanto creías que conocías.
Eso es realmente vivir en armonía y correctamente, eso es ser un observador y vivir de ello.
Te lo recuerdo brevemente, si me lo permites:
Asómbrate desde que te despiertas, tendrás hermosos sueñospor las noches.
Estudia, todo merece saberse.
No temas, el miedo es tu enemigo si le permites tomar tu vida.
Oye y no descartes nada de lo que te digan.
Experimenta, para eso están todos tus sentidos.
Evalúa, analiza todo cuanto encuentres en tres áreas, divididas en tres regiones.
Siéntate a descansar, siempre es bueno tomar un descanso.
Olvida para recordar correctamente.
No confíes en los bancos y aunque la Santa Orden de Los Caballeros del Templo, Los Templarios fueron quizás los primeros banqueros, los actuales distan mucho de aquellas leyendas para nuestra desgracia.
Sé un esteta, en armonía elaborando tu ética constantemente. Este es el último secreto. Ahora devélalo tú.
Un ejercicio, el único.
Intenta salir ahora de tu lugar, abandona la lectura y ve hasta donde está el árbol más cercano, ese con el que te cruzas todos los días y míralo, tócalo, huélelo y si es posible saboréalo también como si nunca hubiese estado allí; descubrirás que jamás hubieses imaginado que era así a pesar que en los últimos tiempos has pasado a su lado, que está incorporado a tu paisaje diario, a tu entorno. Sabes que ese árbol no se moverá por sus propios medios y hasta es posible que te sirva de referencia alguna vez, pero como lo veas ahora, no lo habrás visto nunca y eso solo porque hiciste el ejercicio de asombrarte.
Ahora imagina si eso lo llevas a todo el orden de la vida; pues es que no te alcanzará el resto de los días por vivir para terminar de asombrarte de todo cuanto creías que conocías.
Eso es realmente vivir en armonía y correctamente, eso es ser un observador y vivir de ello.
Te lo recuerdo brevemente, si me lo permites:
Asómbrate desde que te despiertas, tendrás hermosos sueñospor las noches.
Estudia, todo merece saberse.
No temas, el miedo es tu enemigo si le permites tomar tu vida.
Oye y no descartes nada de lo que te digan.
Experimenta, para eso están todos tus sentidos.
Evalúa, analiza todo cuanto encuentres en tres áreas, divididas en tres regiones.
Siéntate a descansar, siempre es bueno tomar un descanso.
Olvida para recordar correctamente.
No confíes en los bancos y aunque la Santa Orden de Los Caballeros del Templo, Los Templarios fueron quizás los primeros banqueros, los actuales distan mucho de aquellas leyendas para nuestra desgracia.
Sé un esteta, en armonía elaborando tu ética constantemente. Este es el último secreto. Ahora devélalo tú.
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