Deja que la música suene, toda la noche…
Esta mañana, bueno en realidad
era “mi” mañana y tal ves tú mediodía o tú tarde, porque eran pasadas las trece
horas cuando me levanté de la cama…..
No pienses mal, no soy un
vago, ni trabajo de noche, tampoco es que haya estado de copas y nenas anoche,
no, no fue así. Muchas, casi todas las
mañanas son así desde hace unos cuantos años a pesar que no logro acostumbrarme
y que no me acuesto tarde; pero las noches han hecho que tenga y descubra una
nueva fobia en el ser humano, la fobia a la cama. No quisiera acostarme ni
dormir, no quisiera tener que descansar, quiero estar despierto todo el tiempo,
hacer y seguir haciendo, como si el tiempo se terminara dentro de un par de
horas nada más; con total ansiedad, con apuro y necesidad real.
No pienses que estoy loco,
tampoco estoy ingresado en una cárcel, ni en un siquiátrico; vivo con mi mujer
en un piso, frente al mar con la arena gruesa del Mediterráneo entre mis dedos
de los pies y con la sal en nuestros cabellos. Vivimos los dos solos con un
perrito, cada dos semanas nos visita su hijo, que viene a pasar el fin de
semana con nosotros; mis otros hijos están más allá del océano, doce mil
kilómetros, catorce horas de vuelo, muchos países de por medio, lejos.
No estoy jubilado, aún no he
pisado ese terreno en edad, aunque no falte mucho para ello; por lo que no es
el dinero lo que me permite esta aparente placentera vida de “dolce far niente”
o como le dijese en una ocasión a un siquiatra y su compañera, una
sicoanalista: “me siento alegremente irresponsable”. La sensación era esa, pero
las razones para llegar a ese estado eran tan distintas a las que cualquiera
puede imaginar que podría comenzar desde exactamente las antípodas de la razón
que dicta el sentido común. Mientras cualquiera puede pensar que se arriba a
eso tras haber recorrido un camino de éxitos tras éxitos y encumbrado al fin de
toda la escala imaginada, puede decir que ya nada necesita y que como todo
tiene, puede darse el lujo de despreciar, de no dar importancia a esas cosillas
por lo que los demás darían una parte de su cuerpo o la misma vida. Despectivo
debió haber llegado a sus oídos la frase, pues aún tengo fresco el rostro de
ambos frunciendo el ceño y arqueando sus comisuras; solo faltó el vómito en mi
propia cara para demostrarme su pensamiento tan claro.
Pero es que estaba allí porque
el camino que recorrí hasta su consultorio fue de espinas de tres pulgadas, todas
de puntas bajo una canícula insoportable y con cuervos dando vueltas y vueltas
sobre mi cabeza; así era la imagen que tenía de mis días en aquel año, el año
del comienzo del fin.
No he heredado, ni mi mujer es
ostentosamente rica como para sostener nuestra vida y la del perro. Porque dije
que no era el dinero la causa del estado, ni de las mañanas tardías.
Y de eso hablaba, de la mañana
cuando me levanté.
Que será tarde para muchos,
pero que no puede ser de otra manera para mí a pesar de renegar contra ello y
es que estoy enfermo. Si, enfermo y no saben muy bien de qué.
La sintomatología, esa enumeración
de cosas que a uno le suceden como consecuencia de un mal específico, es tan
variable, tan cuantiosa, que abarca la totalidad del organismo. Y es tan
doloroso que se vuelve insoportablemente delicioso pensar en la muerte viniendo
y yendo por el pasillo, de la cama al living como cantaba un niño genio que
terminó siendo un orate.
Por eso tengo que dormir, para
aplacar el dolor, para reducir el tiempo en que tengo que soportar para no
terminar el día con un ataque de pánico o con un humor de mil demonios llenos
de azufre en el culo y en medio de un grupo de jubilados japoneses de paseo por
la Rambla Catalunya.
Mientras medio cuerpo tiembla,
la otra mitad no puede mantenerme en pie más de media hora; no puedo alejarme
de mi hogar o de lo contrario renunciar a mis buenas costumbres y convertirme
al perrismo, que es la sana costumbre de los canes en andar orinando los
bolardos y troncos de los árboles. Soy un adicto, tanto a la morfina como a los
antidepresivos; un yonki de los autorizados a serlo.
Harto de la compasión, me
estoy volviendo antisocial y huyo de los que me conocen, que desgraciadamente
son varios.
Entonces llega la mañana y me
levanto. Mojado por los sudores de la noche, acalambrado por las posiciones
extrañas, babeante, apurado por orinar, hastiado de perder tiempo y no hacer
nada de lo que estaba acostumbrado a hacer.
Águila de alas cortadas y
garras romas, correteas y no levantas vuelo por más que quieras.
Y digo:
-
Deja que suene la música….quiero bailar toda la
noche….aquí es donde estaré….toda la noche – como el viejo Barry White supo
cantar ya en sus últimos recitales.
Yo también quiero que la
música siga sonando y recordando como si fuese el de antes, bailando y saltando
como cuando ella, la vida estaba conmigo; como cuando ella, la vida me ponía
alegre y responsable. Quiero que la música no deje de sonar, quiero que siga
hasta que desaparezca este dolor y la tristeza.
Dejen que la música suene....
Hasta que sienta que la
tristeza se ha marchado
Saltando y bailando toda la
noche, sube la música
Deja de suene y suene
Que no deje de sonar
Estoy aquí bailando
Pero no puedo borrar todo lo
que siento
El tierno amor que compartimos
Y que ya no está aquí
Tengo que ocultar
Lo que me hace sufrir
Deja que suene la música
Quiero bailar toda la noche
Aquí es donde voy a estar
Toda la noche
Deja que suene la música
Hasta que desaparezca esta
tristeza
Saltando y bailando
Toda la noche, toda la noche
Creo que todo me irá bien si
puedo superar esta noche
Fingiré que ella está aquí
conmigo
Cerraré mis ojos y la veré
Sé que no es así pero es mi
única esperanza
Deja que suene la música
Quiero bailar toda la noche
Aquí estaré toda la noche
Deja que suene la música
Hasta que haya desaparecido
esta tristeza
Bailando y saltando
Hasta que acabe la noche
Imaginaré que tú estás aquí
Quiero bailar toda la noche
Deja que la música suene
Quiero bailar hasta que acabe la
noche
Aquí me quedaré toda la noche
Deja que suene la música
Quiero bailar hasta que acabe
la noche
Deja que suene la música
Hasta que desaparezca mi dolor
Si puedo superar esta noche
estaré bien
Deja que suene la música
Quiero bailar hasta que acabe
la noche
Aquí es donde estaré toda la
noche
Deja que suene
Hasta que note que todas mis
tristezas han pasado
Saltando y bailando
Deja que suene toda la noche
(Letra de Let The Music Play by Barry White)
Si, a mi me pasa lo mismo pero con la comida, no quisiera comer durante una semana... es una total perdida de tiempo. Aveces pienso: Por qué la vida no nos creó con la necesidad de comer simplemente una vez por semana... como a los coches, que cargas gasolina cada cierto tiempo. Habría inclusive más recursos sin explotar. Yo no entiendo. Cada ves entiendo menos. Un abrazo, Dani Peralta
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