El miedo a ser libre. (breve conversación con él)
Te dieron el habla y
no temes decir cuánto viene a tu cabeza, sea esto una espada que hiere el
corazón sensible de quién amas o una dulce caricia que termina en una bofetada
en los que te cuidan.
Te dieron las piernas
para andar y tus pasos se orientan hoy para el mal y mañana para el bien, sin
siquiera pensar mucho en las consecuencias que dejarás tras ti, sin importar si
tus huelas serán seguidas por tu generación o por tus propios hijos; no temes
andar por la luz o en la oscuridad, al fin podrás correr y salir de donde hayas
entrado.
Te dieron brazos y
manos para moverte, asir y dar; no temes extender tu mano para pedir lo que te
pertenece, reclamando, exigiendo, levantado el puño en alto si es necesario;
como también así, tampoco temes acariciar lentamente la piel que amas para
conseguir lo que deseas. Tomas, apartas, sujetas, dominas, golpeas, meces,
ordenas, escribes, diseñas, elaboras, construyes, desarmas, combates, aniquilas
y no temes.
Te dieron una mente
con la que puedes hacer todo y más, mucho más de lo que imaginas; no tienes
límites y puedes usarla para inventarte a ti mismo si así lo deseas; es la
herramienta más poderosa que existe en la Tierra, con ella haces y deshaces,
ordenas y desordenas, gobiernas y anarquizas, puedes conocer el placer y el
displacer al mismo tiempo y nadie te lo puede prohibir. Y no temes de usarla.
Te dieron la Tierra y
su majestuosidad completa, para que te sirvas a tu gusto. Hay de lo que
necesites para hacerte feliz y si lo usas bien jamás se acabará y no temes
despilfarrarlo. Nada te detiene en tu afán y avaricia.
Te dieron la libertad,
pero a esta si le temes.
Ah! Si a ella sí que
le temes.
Todo cuanto haces se
lo endilgas a otro, una inspiración celestial, una palabra divina, una voz de
tu interior, un consejo de un amigo, la experiencia ajena, la genética
heredada, la obediencia debida, las circunstancias del entorno, el ambiente
controvertido, las malas compañías, las malas influencias, el ego
incontrolable, pero nunca eres tu el culpable de tus actos de libertad excesiva,
mal administrada.
Porque temes a ser
libre, porque no eres capaz de asumir tu propia condición, porque no quieres
las alas y volar solo con las consecuencias que ello trae.
Necesitas siempre
alguien o algo a quien poder echarle las culpas por si te sale mal, por si te
equivocas. Temes ser tu mismo. Temes tener la responsabilidad de usar tu
libertad y no haber cielo que te ayude. Temes ser adulto de verdad, evolucionar
como ser humano y dejar de niñerías, de buscar siempre a un padre que te
cobije, a una madre que te consuele.
La libertad te
enfrenta a ti mismo, la libertad es soledad contigo, en ti, estás tú y tus
actos. Eres actor y espectador, condenado y juez, alumno y maestro.
La libertad es la
puerta grande que te da todo lo que has querido con el único coste que te hagas
responsable de lo que deseas; porqué no habrá nadie a quien le puedas delegar
ninguna labor, ni ningún resultado. No habrá quién te aplauda si logras algo,
ni mayor condena que la que tú mismo tendrás que ponerte; y eso es mucho para
quién es aún un crío que necesita gobernantes que le administren, religiosos
que le den un dogma, maestros que le dicten, público para que le reafirmen su
ego, sociedad para sentirse acogido, policía para sentirse seguro, justicia
para que le proteja con leyes, dinero para complacer su estima, todo ficticio,
todo superfluo, todo fantasía.
La libertad es la
carencia de todo cuanto tienes a cambio de todo lo que has imaginado y no te
has atrevido a hacer, pero eso es un precio muy alto para quién vive aferrado a
un status quo que le indica que debe escalar una pirámide; hoy debe pertenecer,
mañana de reconocimiento y pasado de autorrealización. Mentiras que te crees a
pie juntillas y vives de ellas como del pan diario.
La libertad son dos
alas y el espacio que desees para tomar todo el conocimiento, pero para eso
debes estar “ligero de equipaje”, como dijo el poeta.
Y a eso le temes;
mientras siga atado a la tierra, mientras no comprendas que tu vida no es la de
comer frutos del bosque sino beber de las aguas del conocimiento eterno,
desplegando tus alas y elevándote por encima de todo. Mientras no comprendas
que a la libertad no se le teme, seguirás arrastrándote con tu lastre por los
polvorientos caminos que el destino de los incapaces tiene preparado.
Despierta mañana,
despliega tus alas, emprende el vuelo que te estaré esperando. Te lo prometo,
pero no esperes más, el tiempo se agota para mí también.
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