REQUIEM POR UN DOLIENTE



Este largo cansancio se hará mayor un día
Y el alma dirá al cuerpo que no quiere seguir
Arrastrando su masa por la rosada vía
Por dónde van los hombres, contentos de vivir...

Sentirás que a tu lado cavan briosamente,
Que otra dormida llega a la quieta ciudad.
Esperaré que me hayan cubierto totalmente...
¡Y después hablaremos por una eternidad!

Sólo entonces sabrás el por qué, no madura
Para las hondas huesas tu carne todavía,
Tuviste que bajar, sin fatiga, a dormir.
Se hará luz en la zona de los sinos, oscura:
Sabrás que en nuestra alianza signo de astros había
Y, roto el pacto enorme, tenías que morir...
(Gabriela Mistral, poetisa)

Si tuviese la excelsa lengua de Gabriela, podría decir, aunque no mejor que ella, como me siento cada vez que el sol pone sus ardientes manos sobre nosotros.
Cansancio, fatiga, agotamiento, desfallecimiento, lasitud, astenia, dice el diccionario que son sinónimos pero para le sufriente cada una de las maneras de llamarle es un síntoma distinto; cansado te sientes cuando hay faltas de energía suficiente como para mover tu cuerpo; fatiga es cuando ya has iniciado el esfuerzo y no puedes con ello; agotamiento se manifiesta como complemento de la fatiga; desfallecimiento es lo que sientes al momento de iniciar una actividad y de pronto el cuerpo entero se desploma sobre lo primero que tiene a su alcance y a veces eso, es el suelo; lasitud se refiere en el doliente a la sensación de abandono muscular que corre desde la cabeza a los pies; astenia es la dificultad invisible que le atenaza la voluntad. Cada uno de los términos que aparecen como iguales o similares, en el enfermo corresponde a una definición segmentada de todo lo que comúnmente llamamos cansancio.
Hay muchas metáforas que se te ocurren cuando intentas explicar lo que sucede en esos momentos para que te entiendan, para que no piensen que es un acto de vagancia o apatía consuetudinaria como si lo que se te presentara ante ti no tuviese valor alguno. Cada día es distinta la manera en que explicarías tu estado; hoy puede ser que la sensación pase por la del esclavo debilitado y angustiado, se ve en la obligación sin descanso de llevar una gran piedra sobre sus hombros; mañana será la del calvario cristiano de arrastrar una cruz para terminar en ella, clavado y sangrante sin encontrar la paz de la muerte; pero ahora mismo si tengo que decir como es el estado, me parece justo hablar de caballos y de cómo estamos constituidos.
Somos Alma, Mente y Cuerpo; desde la antigüedad en que se comenzó a usar a los caballos para tirar de un carro para el transporte o la guerra se desarrolló la técnica del atar al noble animal, ya 500 años antes de la era actual se hacía en cuadrigas, trigas o bigas, cuatro, tres o dos animales por vehículo; para el trabajo generalmente se usó el tándem donde uno de los caballos va delante (el guía o pericón) en las varas y el otro detrás; fue esta una manera inventada (según dicen) por Lord Tándem en el siglo XV para las cacerías del zorro y así llegar al final de evento con un cansancio parejo en ambos animales. La triga o randem consiste en poner dos animales por delante y uno entre las varas; es bastante difícil su conducción ya que depende de dos criterios o ánimos distintos en el tiro. Y la otra variante de tres es la Troika o de tres en fondo; es una técnica usada sobre todo en Rusia y el resultado está ligado a la símil capacidad de manejo de cada uno en coherencia con el conjunto.
Considero que es la Troika la que mejor puede expresar como conducimos este, nuestro carruaje por la vida; Alma, Mente y Cuerpo a la par, tirando los tres con un único destino, el que marca la voluntad del individuo. Las dificultades de este estilo radica en la elección del tiro, ya que el caballo del centro o varas, va al trote y los dos restantes al galope. Es similar a como nos conducimos los humanos con nuestra Troika, ponemos el Cuerpo entre varas para que vaya trotando y el Alma junto a la Mente a galopar, sabiendo cada uno para dónde debe ir en todo momento.
Pero, ¿qué ocurre cuando la elección que hacemos de los jamelgos, o la condición en que se encuentran, no es la óptima para tirar del trineo en que nos trasformamos?
Algo así es lo que nos pasa a los enfermos crónicos con el Cansancio Extremo y constante, uno de las monturas, el Cuerpo que debería trotar en realidad va al paso o menos aún, mientras los otros dos, Alma y Mente galopan en loca carrera.
La sensación de desfallecimiento, agobio y posterior astenia nos invade mientras la frustración llega para quedarse al ver que no somos capaces de dominar el carruaje, el rumbo se vuelve errante, la conducción caótica, el esfuerzo ingente sin resultados, al fin sucumbimos en detenernos agotados dando la idea que no hemos sido capaces de sortear la dificultad.
Aun así, de un lugar desconocido de nuestro ser, aparece la Resiliencia que nos impulsa a superar el obstáculo como si este fuese tan solo una piedra en el camino; sin embargo su existencia por sí sola no es suficiente y nos abandonamos rendidos por el dolor y el desconsuelo. El ánimo que podíamos contener en la expectativa se diluye como agua entre los dedos viendo que ni con las últimas fuerzas podemos seguir en la huella y nos quedamos solos mirando como los demás avanzan irremediablemente.
La soledad nos invade, el paisaje bucólico es ya un yermo inacabable, el único horizonte posible que ves es una muerte temprana para acabar con el sufrimiento; los consejos, la medicación, el cobijo de los que amas y te aman, los buenos deseos y la aparente comprensión de los de tu entorno, las mismas caricias no alcanzan a recuperarte; solo queda la tozudez de seguir vivo aunque sea en medio del desierto de tu padecimiento.
Seguir y seguir, soportar y soportar, maldiciendo, negando la realidad, ocultándote para llorar tu pena, fingiendo la sonrisa que tarda en llegar, colocándote todos los días el traje de invencible. Pero no eres un superhéroe, no portas una capa y un escudo, no tienes la fortaleza del acero, ni la dureza del diamante, ni aun la capacidad del genio; solo eres uno más que de modo invisible te sientas a la orilla del camino para ver como los demás hacen su carrera y llegan a buen puerto.
Vaya este triste réquiem por mí y por los que han terminado su derrotero en mitad de la nada, seremos barcos fantasmas sin timón y sin velas, troika maldita con cabalgadura inútil y vieja.

“y parco espasmo enano
Y monstruo torvo sorbo del malogro y de lo pornodrástico
Cansado hasta el estrabismo mismo de los huesos
De tanto error errante
Y queja quena
Y desatino tísico
Y ufano urbano bípedo hidefalo
Escombro caminante
Por vicio y sino y tipo y líbido y oficio
recansadísimo
De tanta tanta estanca remetáfora de la náusea
Y de la revirgísima inocencia
Y de los instintitos perversitos
Y de las ideítas reputitas
Y de las ideonas reputonas
Y de los reflujos y resacas de las resecas circunstancias
Desde qué mares padres
Y lunares mareas de resonancias huecas
Y madres playas cálidas de hastío de alas calmas
sempiternísimamente archicansado”
(Fragmento de Oliverio Girondo, poeta)



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