¿Cuál es el próximo paso en la literatura?



Hemos pasado de la élite de intelectuales con barba, cigarro entre los dedos, melancólicos o exageradamente extravagantes, sentados en un café y debatiendo sobre principios (o finales) filosóficos, que llevaban su libreta de apuntes en el bolsillo, a una ama de casa, un estudiante de medicina o arquitectura (no importa la rama), un operario de una fábrica, un pinche de cocina, un ejecutivo o un pastor de ovejas (si queda alguno), que munido de su teléfono móvil, una tableta o el ordenador se dedica a escribir, y muchas de las veces tan bien como los supuestos intelectuales y escribas de profesión.
Todo el cambio y apertura literaria en menos de lo que canta un gallo, unos veinte años (es que el gallo últimamente tarda más que antes en cantar) en que la tecnología ha permitido que cualquier persona con el deseo y la voluntad de describir sus emociones, sus frustraciones o sueños latentes y larvarios, se exponga al mundo y escriba sin el miedo o la restricción que antes imponían los sesudos escritores.
Los cursillos on line, los tutoriales en vídeo, los cursos de narrativa, novela, relato breve, etc.  están a la mano del que lo requiera y muchas veces gratuitamente. Esto permite que la masa con ansia comunicativa se lance tras conseguir el protagonismo que da la literatura de hoy.
Si es bien cierto que cada millón saldrá un buen escritor con un best seller, o al menos que se acerque en ventas a alguno de los grandes, la muchedumbre literata inunda las redes sociales y los nichos que se consideraban exclusivos para languidecientes y pálidos seres nocturnos, extraviados en papeles escritos y no publicados.

La diversidad hace a la sabiduría, porque en las diferentes fuentes emocionales que proveen las multinacionales expresiones escritas, se fundamenta el concepto de que “cada uno es dueño de una porción de la verdad buscada, y la suma de todas las porciones es cuanto nos podemos acercar a la verdad completa”. Esto también es base de la globalización de la información para que se forme una “sabiduría colectiva”, un saber mundial, una mente humana única y sólida.
Hacia eso vamos en la utilización de la red informática, el “Único saber humano” la “Gran Enciclopedia Terrestre”.
Y me pregunto en materia de difusión, cuál será el próximo paso.
La escritura en papel no tendrá un final inmediato, eso es natural en el ser humano, que desee tener en su mano un tangible elemento que pueda descifrar, como será difícil hacer desaparecer la pizarra y la tiza de un científico o un profesor explicando su teoría, son actos humanos que están presentes desde el comienzo de los tiempos, y solo el acceso restringido de la telepatía puede ser que les reemplace. Pero ahora mismo, ¿Cuál es el siguiente escalón?
En el 2009 Simón & Schuster sacaron al mercado el libro electrónico que interactuaba con una plataforma, en la que se podía acceder a información segmentada exclusiva para la trama desarrollada.
El año pasado se elaboró un proyecto que enlaza el libro impreso en papel con un soporte multimedia, que hace que el lector recorra el paisaje real de lo que cuenta el texto. Este es sin dudas un pequeño paso más allá del que dieron estos editores.
Para el próximo año existe la posibilidad de llegar a mejorar este proyecto con la incorporación de la Realidad Virtual o Realidad Aumentada, ambos sistemas darán al lector la sensación de meterse a interactuar con los personajes descritos en el papel.
¿Y lo siguiente?
Imagino que el desarrollo del holograma a bajo coste puede dar a la RV y la RA el manejo de la trama a gusto del que lea, sentado cómodamente, en un entorno de 360º será espectador, y si lo desea personaje de la obra.
¿Seremos Sancho Panza al lado del Hidalgo, cabalgando su burro a paso cansino y siguiendo los delirios del Quijote? ¿O uno de los marineros de la Odisea? ¿Tejeremos junto a Penélope para ver su esperanzado destejido nocturno? Esto será posible en un futuro muy cercano.
¿Y luego?
El autor de la obra, en vida o fallecido ya, podrá ser interpelada por el lector en cuanto a las motivaciones y sensaciones que sintió al escribir, para luego ir conociendo el texto antes, durante y después de impreso (ya digitalmente supongo).
Un holograma humano nos leerá las obras que queramos mientras nos metemos en la piel virtual del personaje y podremos ser hombre, mujer, animal o planta que participa de la narración con voz cálida, de modo de volver a aquellos tiempos en que nuestras madres nos contaban un cuento al dormirnos.
La literatura será parte indiscutible del conocimiento humano, transmitiendo las tradiciones y costumbres olvidadas para lograr que esa generación sepa de los errores cometidos y sea sabia, por medio de la inducción mental de los escritos, estando conectados permanentemente a una “nube informática” de carácter global, o tal vez compartiéndola con otras formas de vida, la animal y o vegetal de la Tierra y otras civilizaciones. Estaremos llegando al conocimiento universal, pero cada uno seguirá siendo una parte, y solo una parte de la verdad que se irá dilucidando como total y absoluta.
Imagino que podremos acceder mentalmente a esa biblioteca cósmica y retirar de allí los viejos escritos y las nuevas tendencias conceptuales, ampliando exponencialmente el conocimiento. Nos habremos desarrollados a tal punto que lo material habrá pasado a un plano innecesario y la existencia como la conocemos será completamente diferente. Los sueños, esa realidad paralela que hoy nos atosiga con sus fantasmas y oníricas apariciones, se habrán convertido en escenas claves para el avance de la mente humana… o quizá ya a ese punto de alcance no la llamaremos con el complemento de “humano” y será cósmico o un término que lo defina mejor. El Universo nos habrá abducido y seremos parte de una colmena mental.


De algo estoy seguro, la curiosidad será el motor que continúe empujando a la tecnología y quizás seamos lo suficientemente humildes de seguir reconociendo la importancia de aquel ser primitivo que estampó su mano sanguinolenta sobre una pared de piedra, para advertir de la presencia de un peligro mortal, dando así al comienzo de la escritura y el lenguaje escrito.

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