Somos creadores. (Discurso interno)


A diferencia de los animales, tenemos la oportunidad al estar en este mundo, de tener la esencia del creador. Nace de nosotros una fuerza e inteligencia que es capaz de crear y además del lenguaje complejo y la capacidad de imaginar dioses, la habilidad creadora es la gran diferencia con el resto de las criaturas vivas.
Sin embargo no todos la utilizamos, preferimos aceptar y dar por hecho que hay un ser supremo, padre caritativo, todopoderoso y oyente incansable de todo tipo de peticiones, que solucionará lo que en realidad está en nosotros hacerlo.
Imagino un ser como este, que haya tenido la capacidad de crear un universo, finito en materia e infinito en su extensión, como quién un día determinado se da a la tarea de construir una mansión en la que pondrá cuantas habitaciones necesite y más también, y que cuenta con los materiales justos para ello. Pues puesto a la tarea también va proveyendo de los accesorios para que sea habitable por criaturas de las más diversas especies, adornando aquí, instalando allá, y así un complejo habitacional acorde a sus ambiciones. Este constructor realiza su obra y a medida que se terminan las habitaciones, son ocupadas por los que se adecúan a ellas. Los lugares de vivienda se multiplican y él sigue en la construcción, con los materiales y la evolución algunos se reciclan y surgen nuevas construcciones. Esa es la gran tarea iniciada y poco más de eso, no puede atender los requerimientos de sus criaturas, para eso las dota de parte de sus habilidades y les enseña a servirse de ellas, de ese modo puede seguir con su labor. Allí aparecemos nosotros, los creados y con las posibilidades de hacer con ciertas limitaciones. No seremos capaces de construir una mansión como la de él, ni podremos erigirnos individualmente en similares al creador, por la simple razón lógica que no se conciben dos creadores trabajando en una misma labor, que se ha dado a uno solo.
Pero hay un concepto que se arraiga en algún momento en nuestra mente y alma, la comodidad de pedir y ser satisfechos. Eso no está dentro de las responsabilidades que han sido designadas, para satisfacción propia nos ha dado brazos, piernas, musculatura, todo un complicado organismo que funciona y es eficiente en lo que le pidamos; y si eso no alcanza para lograr lo que la imaginación elucubra, está nuestra capacidad inventiva que consigue imitando a lo ya creado, maquinaria y artefactos que van más allá de nuestras propias fuerzas y movimientos.
Incluso cuando nos enfrentamos a desafíos que parecen insuperables, hay siempre una posibilidad de hacernos con el medio para que sean sobrepuestos. No hay límite real, solo aquellos que llamamos éticos, para hacer. Solo debemos poner en funcionamiento la voluntad y el ejercicio de desarrollo para que el obstáculo sea superado. Creíamos que volar era un límite insuperable y ahora volamos a otros planetas; creímos que la comunicación tenía una frontera, pero lo hacemos de manera inmediata y sin el tope de distancia; creímos que ciertas enfermedades y males serían imposible de curar, incluso le pusimos el rótulo de incurables y hoy se descubren a diario métodos para paliar los ataques al organismo sea cual fuere la fuente y origen; creímos que no seríamos capaces de mover montañas y modificar el entorno y taladramos montes, atravesamos ríos, mares, océanos y llegamos a lo inimaginables rincones; todo límite traspuesto corresponde a un desafío conseguido y eso nos debería garantizar que dichas habilidades existen y son provechosas, efectivas, concretas.
Pero seguimos levantando las manos implorando que llueva, o que alguien se cure, que se hagan “milagros”, cuando el mayor de ellos y el que debería satisfacernos está en nosotros mismos.
Somos conscientes que nuestras capacidades aún están por desarrollarse por completo, nos lo decimos y afirmamos con énfasis a modo de convencernos de algo que es evidente y real, sin embargo la súplica a los cielos no varía. Damos por sentado que tal descubrimiento o avance es producto de la intervención divina, extraterrena, venida por consecuencia directa de la bondad de un ser superior, y a decir verdad generalmente es atribuible al esfuerzo individual y colectivo de creer en sí mismo y usar lo que tenemos al alcance de nuestras manos.
Mientras escribo esto millones de seres humanos se arrodillan ante una entidad invisible, inasible, incorpórea, inexistente, pidiendo que ese ente imposible haga por ellos lo que no quieren hacer por sí mismo. Esto es comodidad e ignorancia, actitudes que no corresponden a las habilidades dadas.
Tengo un huerto y me cuesta decidirme a bajar a él y plantar hortalizas, frutas diversas, vegetales que me den sus hojas para alimentarme; sin embargo me voy a la verdulería del barrio y compro lo que bien podría darme el huerto con un poco de dedicación y esfuerzo. Luego regreso a mi casa a lamentarme que el coste de la vida es alto, que no me alcanza el dinero que gano; entonces recuerdo que miles de seres como yo, con las mismas condiciones y con espacio para un huerto, levantan las manos pidiendo comida, elevan plegarias para que el “maná” celestial les sea derramado sobre sus cabezas. ¿Y sus habilidades para proveerse por sí mismo dónde han quedado? Es mucho más cómodo pedir a un dios inasible, inexistente para estas tareas, que sembrar y cosechar sus alimentos.



Comodidad e ignorancia.
Si buscamos la etimología de comodidad hallamos que proviene del latín “commodus”, compuesto por el prefijo “com” con y “modus” conveniencia; con conveniencia o conveniente; no es específico de “no laborar” o de “estar quieto, confortable”, es de conveniencia y el uso de las capacidades es siempre conveniente y no cómodo. Ya tenemos un disenso con el concepto popular.
Si vamos en búsqueda de su contrapartida o antónimo, a comodidad le va la inconveniencia (despropósito, disconformidad), dificultad, engorro, molestia, etc.
Es cierto que si aceptamos la norma no escrita que dice que estamos aquí para ser felices, el bienestar confortable es parte de esa meta a cumplir; estar y ser confortables no dice de no ser productivo, y para ello es necesario obrar por cuenta propia para agenciarse de ese estado conveniente para el desarrollo del ser humano. La tergiversación del concepto ha hecho que confundamos estar cómodos con no ser productivos y creo que allí radica la línea equivocada que se ha tomado como modus vivendi.
Luego están los conceptos vertidos malintencionadamente por quienes han querido del pueblo, una masa informe que solo haga su voluntad, y esta que sea correspondiente a satisfacer intereses personales de los que quieren ese sometimiento. Es fácil la dominación cuando se ofrece no esforzarse y obtener lo que se desea. Así las normas de ciertos dogmas (del griego dogma= pensamiento, principio, doctrina) impulsan a que los creyentes, fieles, establezcan una dependencia con un ente supuesto que se le considera todopoderoso y por tal condición dador de cuanto se necesite. Esta dependencia divina o celeste, trae como consecuencia que se adopte una posición en la vida, que contradice a la laboriosidad natural de todo ser humano. Porque este es de por sí, una creatura que necesita del movimiento y el trabajo como medios de expresión y mantenimiento de sus complejos mecanismos biológicos. No es natural que un ser humano no labore, no haga uso de su habilidad productiva, y no lo es por las condiciones físicas que le sostienen.
Dicho esto, la comodidad de acuerdo al uso del término que se le da popularmente, no es natural, es por lo tanto adquirida y como tal puede ser desechada sin más.
Ahora si he dicho que a la comodidad se le puede sumar la ignorancia, definamos esta última.
Ignorancia viene del latín también, derivada de “in” prefijo de negación y “g-nocere” conocimiento, lo que da como resultado que significa “no (o sin) conocimiento”. Esto está por demás de claro, quien es ignorante no tiene el conocimiento necesario para discernir, aplicar, conducir, conjeturar, conceptualizar, etc. pero en ningún caso ser ignorante nos limita en la potencialidad de dejar de serlo. La capacidad de aprender y reaprender están en todos los seres vivos y en los humanos, desarrollada para alcanzar las metas que se proponga. Dejar el estado de inculto solo requiere de la voluntad de hacer, no necesita más que eso, la motivación que da la superación personal y la voluntad de abandonar un lugar apartado del resto de la humanidad.
No es una excusa la ignorancia para aceptar estar convenientemente arropado por un supuesto ser superior y dejar dentro de sus responsabilidades, aquello que es posible que hagamos nosotros mismos por nuestra voluntad y conocimiento. No es excusa estar cómodamente protegidos por la supuesta existencia de un todopoderoso ser dejando en sus manos la protección que podemos nosotros mismos conseguir.
No es con un rezo, plegaria, súplica, oración, con que vayamos a obtener lo que deseamos si está dentro de nuestras capacidades y habilidades hacerlo posible.
La búsqueda que una entidad suprema para lograr un propósito no es el método aceptable por una persona que mantiene sus aptitudes en funcionamiento.
Nunca nadie dijo o escribió que deberíamos depender de un dios para vivir y ser felices, la felicidad es un estado natural y vivir en él es consecuencia directa de las decisiones que tomamos; pretender que dichas decisiones sean tomadas por un dios o ser superior es despreciar abiertamente nuestra calidad de seres humanos, naturales, eficaces, imaginativos, creadores en nuestro ámbito.



Como conclusión les reto a quién haya llegado hasta aquí en la lectura de esta nota, que se ponga de pie e intente dar un paso, no importa si es para adelante o hacia atrás, solo un paso, como verá al dar el paso es necesario poner todo el peso del cuerpo en un solo pie y ello provoca que tenga que hacer equilibrio nuevamente y por un tiempo relativamente corto, hasta que apoya el otro pie. Por un instante estuvo desequilibrado, todo su cuerpo demandó que volviese a posar ambos pies para estar seguro. Si sigue dando pasos, el desequilibrio se hace parte de la rutina que significa caminar.
Pues esto mismo es la evolución, el adquirir conocimiento, es similar, por un momento hallará que no tiene el control total de sí mismo y luego el conocimiento habrá dado paso a la experiencia y esta aplicada, le devuelve el estado tranquilo y seguro de saber dónde, cómo y qué hace. Así se evoluciona, con el pequeño esfuerzo y la voluntad de por medio, de dar un paso, sin temer al desequilibrio. Una vez en la rutina de caminar hacia nuevos estados de inteligencia, ya nada podrá excusarle de ser ignorante y de estar cómodo en su situación, pues estará en movimiento y este resulta ser evolutivo.

Camine en la verdad razonada, reflexione ante de dar un paso, pregúntese si responde a sus deseos o a los deseos de los demás, no tema el desequilibrio que da el dar pasos, no se aferre a los conceptos de dependencia de seres invisibles e imposibles que ellos tiene otras tareas que no le son inherentes, y crea que todo es posible. Usted es un creador más y tiene el derecho de reclamar su porción de creación.

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