93, Microrelato de homenaje
93
Microrelato
de homenaje
1924
fue un año de conmociones, y como era de esperar, naciste el 9 de mayo, cuando
justo al otro lado del mundo, también lo hacía un poeta y novelista ruso,
Okudzhava; será que las constelaciones eran propicias para la letra rimada;
porque años después desarrollaste esa virtud, heredada de Pio, tu padre.
Pasaron
30 años y Perón era presidente. Nunca te afiliaste, no accediste a la Singer de
Evita, ni a los pases de la U.E.S., pero para demostrar tu rebeldía, de mujer
aguerrida y de temple en la sangre, tuviste tu primer hijo.
5 años
más tarde, llegó la niña, tenías 35 años y un futuro seguro, según se decía en
ese entonces. Tú marido progresaba en la fábrica y cumplía con estudios de
diseño automotriz, que nunca hizo uso. Vestías con falda tipo plato a la moda
de todas las treintañeras, pero estaba hecho por tus habilidosas manos, y eso
te llenó de orgullo.
Pasaron
6 años y llegó para quedarse, el último hijo, un varón que apareció el día que
nevaba sobre las montañas.
Los años
siguieron su curso implacable y apresurado, no dejaste de ser mujer, madre,
compañera, hija, tía, esposa, poetisa en las sombras; tejías, cosías, bordabas,
pintabas, decorabas, tus manos las recuerdo como dos mariposas de verano, esas
que de puro apuro se tropiezan con las paredes blancas, pero siguen adelante
sin mirar atrás.
Llegaron
los nietos, algunos por imposición, otros buscados con ahínco y dedicación;
para todos abriste tu corazón y diste sin miramientos, color o genética, todos
eran tus pollos.
No te
fue fácil en la vida, nada fácil, supiste tomar las riendas del destino y
domarlo a tu gusto, contra mareas o vientos adversos, no dejaste nunca el timón
en manos de segundos.
Batallaste
como una auténtica amazona, en medio de las fratricidas luchas que te rodearon.
A punta de cuchillo vi cómo echaste a un enemigo de la paz que tanto deseabas y
que no conseguiste hasta muy entrados los años.
Valiente
guerrera, dulce madraza, suave mujer, me enamoré de ti el día en que nací, por
eso te hice mi madre.
Un día
te fuiste. Lo sabias bien, te iba a extrañar, pero hasta último momento no
quisiste que te viese. Te llevaste los secretos que prometiste como herencia,
solo para que creciera libre como me concebiste.
Te homenajeo
con estas pocas letras, porque quisiera hacerlo hasta el día que parta; por
cierto y antes de terminar, espérame en la puerta, no tardaré en llegar.
Tu hijo
mayor.
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