Pendiente de pista (Relato corto)
En el
momento de realizar un aterrizaje, se suele pasar por un período de espera
entre el artefacto que está por despegar y/o el que está aterrizando antes que
nosotros, eso se llama estar pendiente de pista.
El día
era de esos en los que uno se siente más cerca del cielo, diáfano, casi sin
viento apenas una brisa que llegaba a mecer los cabellos o las faldas de alguna
mujer que por allí transitaba.
Envié
un mensaje que solo decía:
- Estoy
en zona-
Esto
significaba que había llegado a la cita, pero que estaba a la espera de arribar
con el metro a la próxima estación, también lo usaba para avisarle que buscaba
un lugar para aparcar el coche o si me había detenido a hacer una compra.
Él ya
sabía de mis códigos y señales, venidos de mis prácticas de vuelo.
Han pasado seis meses desde que nos conocimos
y estamos próximos a ir a convivir en un piso minúsculo, aunque acogedor en la
planta D, del bloque A, que da a la plazoleta de la Unión. Este nombre me llamó
la atención en cuanto le hallamos en un aviso del periódico…de la Unión, como
si fuese una afirmación de lo que había decidido.
Lo
resolví de la manera más natural, esa noche mientras cenaba con mis padres, les
dije interrumpiendo el silencio que solía reinar entre nosotros, con el único
acompañamiento de la letanía del noticiero con sus penosas novedades de
siempre.
Mi
padre se estaba llevando un trozo de carne a su boca y mi madre tenía
extendidos los brazos revolviendo la ensalada; fijé la escena para no olvidarla
jamás y repetirla cada vez que me preguntaran cómo había sido.
Les
dije:
- Quiero
que sepan algo; como habéis visto que me preparo para mudarme, y no lo haré
solo. Lo hago con mi novio, Rubén.-
Tres
cosas cayeron por su propio peso y dos gracias a la ley de gravedad; una, que
yo me declaraba abiertamente gay, las otras fueron los cubiertos con ensalada
que iban de camino al plato de mi madre y el tenedor con el trozo de carne que
estaba a media distancia entre él y la mesa.
Pasaron
minutos que semejaban a años, incluso llegué a pensar que se habían detenido en
el tiempo y que ya no regresaríamos a la normalidad.
Mi
madre abrió su boca para articular las palabras que se saben decir en estos
casos, pero la voz que apareció fue la mí padre:
-
Si estás de cachondeo y es una de tus malditas
bromas, voy a seguir con mi carne. Y si no es así, no sé…explícanos la
decisión, que nos pillas mal parados - en el tono había mucho amor,
desconcierto, reprimenda y humor, una mezcla extraña en él.
-
Tienes razón Papa, debí ser más sutil, más… no
sé, tal vez más comunicativo cuando comencé a salir con Rubén y no sería tan
brusco hoy, mil perdones.-
-
Me dejas helada… ¿Conozco a Rubén? - Mi madre no
sabía que decir y a la vez creo que pensaba en otra reacción de mi padre.
-
No, y por cierto debí presentarlo, pero como
era la primera vez que iba a deciros esto…quiero decir que era mi primera vez
como novio…bueno ya me entendéis, que para también ha sido muy rápido y nuevo…-
mi padre me interrumpió:
-
¡Claro que será la primera vez! Sabíamos de tu
relación con Sandra y eso de hace un año atrás, pero que te vayas a vivir con
un tío… no sé, es… ¿raro? No quiero parecer antiguo, solo… ¿me entiendes? - no
sabía si ahora si lo comprendía en toda su extensión, o si el asombro era tal
que no podía aun digerir la noticia.
-
No es ser anticuado hijo, es que estas cosas
debes pensarlas bien. No digo que esté mal, solo que nos tomas por sorpresa…
cenando… no sé, podrías habernos preparado, siempre te he escuchado… parece que
no confiaras más en nosotros.- mi madre se puso un poco tensa, había que
reprender al niño por su travesura.
-
Sí, ya sé que debí hablar antes, pero te
reitero que es muy nuevo esto de sentir atracción por otro hombre. Después de
salir con Sandra me cuestioné mucho si me gustaba estar con chicas, aunque no
pensaba en sentirme así… gay.-
-
¿Y tan rápido debe ser eso de ir a vivir
juntos? ¿No es mejor darse un poco de tiempo para que estén más… no sé,
maduros?- preguntó mi madre.
-
Maduros somos mama, él tiene 38 años y yo, no
olvides que acabo de cumplir 34, de maduros ya nos estamos pasando.-
-
Sí, pero hablo de otra madurez, la de las
manzanas o peras no, de tener los sentimientos bien puestos. Ir a vivir juntos
requiere una serie de cambios en tu vida, que me parece apresurado.- mi madre
ya estaba en la posición de irreductible.
-
Mira Martha, si ellos ya lo decidieron y con la
edad que tienen, no hay mucho que decir. Se va con un tío… perdón, con su novio
y ya está, no le demos más sermones que no los necesita.- mi padre buscaba
terminar con la arenga que se veía venir por parte de mi madre.
-
Claro… pero ¿es tu novio, no? eso quiere decir
que tú eres… ¿la novia?-
-
No mama, somos dos hombres, jajaja, somos
novios los dos.-
Los
tres nos lanzamos a reír a carcajadas por la inocencia de mi madre. El hielo se
había roto y de allí en adelante conversamos sobre mi nueva vida con
naturalidad.
Esto
fue hace dos semanas atrás. El tiempo que siguió hasta hoy se puede resumir
solo en dos palabras: Un Caos.
Aunque
siempre he sostenido que no es cierto que vivamos donde está el orden después
del caos; mi posición es a la inversa, cuando todo estaba sin resolución era
como el cuartillo del trastero, lleno de cosas sin utilizar. Un buen día te
levantas y sacas de allí todo para ponerlo en un supuesto uso. Mientras estuvieron
en el trastero todo estaba quieto y acomodado; en cuanto comienzas a mover las
cosas, el caos se produce y lo desordenas, ya no hay esa supuesta armonía
previa. Por lo tanto venimos del orden y nacemos en el caos. Así veo la vida.
Y esto
era más caos sobre el que ya tenía.
“Estaba
en zona” y el lugar de encuentro era un bar a la salida del metro, cruzando la
avenida, luego iríamos al restaurante del chef Manuel Zaragoza y su cocina
fusión, que nos encanta.
Salí
del metro con la lista de cosas que aún faltaban para que el piso estuviese
habitable, las ansias se “comían” las horas y siempre aparecía algo que no
habíamos previsto con lo que se atrasaba la mudanza definitiva. Sin embargo hoy
fijaríamos la fecha inamovible, faltase lo que faltase.
Me
dije para mí mismo: ya estoy “pendiente de pista”.
Esto
de estar en zona o pendiente de pista es de la jerga es de los pilotos de aviones.
Estudié
por unos años en una academia de aeronáutica y aunque no ejercía como tal,
solía despuntar el vicio volando un Hawker Beechcraft C90 que pertenecía a un
tío abuelo por parte de padre.
Mi tío
ya no pilotaba, y había prometido que me lo vendería por poco dinero, pero eso
lo veía tan lejos como si de viajar a Marte se tratara. El avión era del año
’87, por lo que ya tenía los 30 años que pesaban sobre sus alas. Su doble
turbohélice daba de sobra para llevar a unos ancianos a pescar cada dos meses y
allí estaba yo a darme el gusto de tomar los mandos a 250 nudos de velocidad de
crucero, y hacer dos veces el trayecto de 120 millas náuticas hasta el río
preferido y sus truchas.
Comer
ese día con Rubén sería la última vez que lo haríamos en un restaurante, ya que
nos comprometimos a cocinar día de por medio, como tiempo de afianzar nuestra
relación. Nada de eso que nos sirvan camareros eficaces y con platos de la
cocina fusión, nada de postres llameantes, ni crujientes de arroz con frutos
rojos, ni estar abandonados en la silla esperando el café o el gin tonic; desde
ahora serían los platos que pudiésemos hacer con nuestros escasos conocimientos
culinarios. De mi parte serán patatas grillé con huevos estrellados o a lo
sumo, redondo al horno con verduritas al vapor de cilantro, lo único que aprendí
en serio a hacer. Pero Rubén ha sido educado por su madre en todo lo que
concierne a la buena mesa, con platos como los espárragos trigueros con salsa
de pimientos rojos, o el riquísimo usuzukuri de mero con patatas arrugadas y
mojo verde o de cilantro, una exquisitez que me preparó para celebrar nuestros
primeros seis meses de noviazgo.
Al
llegar al bordillo de la avenida, el móvil sonó con la llegada de un mensaje,
era Rubén que me decía:
-
¿Estas en aproximamiento?- no pude menos que reírme y me detuve allí para
contestarle aunque el semáforo me daba paso.
-
No se dice aproximamiento burro. Es aproximación, cuando el avión se acerca al
aeropuerto y yo ya estoy en zona, sobrevolando tu cabeza, bobo.-
-
Ya me enseñarás a hablar como esos rudos pilotos de cazas.- me respondió y le
imaginé tronchándose de risa por el error cometido.
El
semáforo dio nuevamente paso y fui a cruzar.
Dos
minutos antes.
-
¡No llego a tiempo! ¡Por favor date prisa de
una buena vez!- gritó él desde el coche.
-
¿No ves que tengo que entrar a Cachirulo?- el
perro daba vueltas alrededor de ella no dejando que le pusiera la correa.
-
¡Mételo de una vez coño!-
-
¡Deja de gritar como un gilipollas! Me tienes
harta… harta.-
-
¡Sube ya y deja de decir barbaridades!-
-
¡Mira quién habla! El que dice coño cada tres
palabras…-
El
coche aceleró con un chirrido de las ruedas y crujir de la caja de velocidades.
Sobrepasaba el límite permitido de velocidad. Hicieron tres calles en recto y
giró por la avenida sin mirar si venía otro coche.
Un
todoterreno que avanzaba correctamente por su carril se encontró con el coche
que giraba la esquina y se colocaba demasiado cerca como para frenar a tiempo.
El
golpe se escuchó en varias calles. El todoterreno en la maniobra de esquivar al
intruso, dio un medio giro después de chocar y se dirigió directamente a la
acera.
Un
segundo golpe anunció lo impensable.
Crucé
y di solo tres pasos sobre la calzada y sentí un ruido de una frenada violenta,
luego un golpe en el muslo y en el costado del torso.
Estoy
a los mandos de un avión nuevo, es un Gulfstream G650, un aparato con dos
turbinas Rolls Royce BR725 que le permiten unir Dubái con New York sin
repostar.
De la
torre de control me piden los datos de vuelo, pero solo sé que estoy pidiendo
pista.
La
torre me dice que estoy pendiente de pista, llevo el número YZT395 del
controlador.
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Recuerda: cada vez que no comentas una de mis notas, Dios se ve obligado a matar un gatito. Campaña contra el maltrato animal.